lunes, 24 de febrero de 2014

Un año de lluvia. (Confesiones de una tierra seca).

Te has pasado este tiempo intentando calarme la piel, como una lluvia persistente sobre mi tierra yerma. Traté de mantenerme impermeable, porque era lo único que sabía hacer, porque mi cuerpo era el desierto y nunca habia visto una nube fértil en mi cielo. He bebido de ti gota a gota casi sin quererlo, has hecho crecer la hierba en los rincones donde tu agua se ha depositado sin que yo me diera cuenta. Hierba verde y fresca que yo misma he generado con sorpresa, extasiada con sus variantes llenas de vida, lamiendo sus hojas y riendome, porque la felicidad me hace reir, agitando ese desierto de mi cuerpo aletargado. Le has dado valor al sol que me iluminaba, aportándole un sentido al mezclarse contigo.
Y aún así, lluvia sutil, solo vi las consecuencias de tu presencia, los resultados de que hubieras instalado esa nube en mi cielo, pero a ti, hecha de agua cálida y dulce, no te veía.
Me ha costado una vida darme cuenta de que me amabas, que querias regar mi tierra y filtrarte entre las rocas, empapar mi suelo, fertilizar mi cuerpo, solo porque la lluvia tambien necesita mezclarse con un suelo y a ti mi suelo te hacía feliz. Veías belleza en lo que para mi eran raíces secas, te morias por tocarme, por crear estanques, rios y plantas.
Ahora te he visto, me miro en tus ojos de agua, ahora sé que si te quedas crecerán los árboles, se poblará de animales y haremos de nuestro amor una selva libre, húmeda y salvaje.