jueves, 30 de abril de 2015

Siempre callo.

Siempre callo.
Y todo calla. No solo la boca, también las manos, los ojos, la piel...los pulmones, el estómago, intestinos, sexo, corazón, cerebro.
Silencio.
Pero si abro las puertas, salen al recreo en un alborozo infantil,
juegan, saltan, sueñan despiertos.
Animales selváticos.
Entonces mis dedos recorren tu pelo y ya no es una caricia cualquiera, no es la respuesta a tu petición, es la respuesta a algunos de mis niños asilvestrados, que quieren más.
Y detrás de mis dedos se dibuja tu piel, los músculos y yo quiero ser forense.
Deltoides, cuadriceps, biceps...¡qué atrevimiento! Los huesos, la mandíbula, la clavícula y todo lo que la rodea que no és, la columna serpenteando hasta acabar conmigo.
Ahora quisiera ser nueva, tan recién hecha que tuviera que aprender el nombre de todo, el tacto de todo. Tan suave.
Y hay una respuesta en mi cuerpo, mis crios salvajes se rien como el agua entre guijarros. Como el agua recorren mis manos tu piel, hay un suspiro que ya no sé si es tuyo o mío. Si te vuelves y me miras ahora...Y lo harás, porque me sientes, hueles mi sangre, conectas con mi alma/cerebro, y no hablas más que con los ojos.
Elocuente.
Sí, estamos en los albores del mundo, no se ha inventado el lenguaje.

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